María Álvarez nace en Luanco en el año 1958. Si en sus primeros trabajos documentados allá por los años 80, la influencia de Paul Klee es clara, pronto lo será la corriente neo-expresionista que, en torno a 1989, cargará de materia y de gesto sus trabajos: American Dreams, Albertina, Kleist en Thun…, series blancas de pintura de acción, de encuentro y desencuentro con la materia en su estado más puro.
Su vitalidad y espíritu aventurero la llevarán, en los años 90, a buscar nuevas formas de expresión, más conceptuales. Si el arte es una representación concreta de íntimos sentimientos, su obra de esta época es una buen muestra de ello; pero también lo es de sus últimas obras, donde hay una decidida apuesta por un desprendimiento de lo superfluo para trascender más allá de las formas: Un mar de dudas (2004), Sinsentido (2006), En busca de la artista desaparecida (2008).
Su trayectoria actual lleva tiempo alejada del grafismo expresivo e informal que caracterizaron sus primeras obras. Sólo en apariencia pues la calidez de su estilo y las series, que como una obsesión, la llevan a agotar el motivo, siguen presentes. También está el fragmento y sus múltiples posibilidades que acrecientan la escala de la obra. Se mantiene el formato, pequeño y cercano, que anima al observador a una aproximación íntima y está la economía de medios y recursos, reduccionismo que lleva al límite.