
Luces encontradas II
Un alegato a favor de la Pintura, de la Pintura con mayúsculas.
Dos visiones que ponen el énfasis en aquello que le es inherente y consustancial a la Pintura misma, a su propia naturaleza. Dos contribuciones para su sostenimiento.
De aquí el título, Luces encontradas, que ambos pintores, Miguel Galano y Juan Carlos Lázaro, deciden para esta exposición conjunta que presentan en la Galería Caicoya de Oviedo.
La pintura aquí sola y en silencio, desnuda, sin condicionantes ajenos a ella misma, puesta únicamente al servicio de su tarea natural y originaria, que es la de sugerir emociones.
Cráneos, rosas, panes, velas, libros…, con estas cosas tan cotidianas aspiramos a que estas mismas cosas, las aquí y así pintadas, transfiguradas, alcancen a ser, como escribió Santiago Amón, una “epifanía; es decir, sencillamente y sin necesidad de aclarar la procedencia, algo que se manifiesta o que se nos aparece, que se nos revela de un modo instantáneo y
luminoso, fulminante”.
Ángel González decía que “Giorgio de Chirico estaba convencido de que esa repentina extrañeza iluminada constituye el origen y el fundamento del arte […] Y en efecto, ¿habrá quien no recuerde haber entrado un día en una habitación cerrada donde la luz se colaba por una rendija, y al ver que un rayo cargado de polvo iluminaba algo que siempre nos había parecido sin valor, y por ejemplo, ¡qué se yo! una tonta figurita en porcelana de un perrito o de un gatito, haber sentido que nada tan admirable podía darse en este mundo, y hasta que bien pudiera ser ella, ese perrito o ese gatito, el único Dios verdadero, como una
vez le pasó a Baudelaire?”
Evidentemente también estoy -estamos-, en ese convencimiento en el que estaba Chirico, en lo inexplicable que la Pintura, cuando no se la pone al servicio de otros intereses ajenos a ella misma y sí al natural suyo, nos revela, nos descubre y nos dice.
J C L 2025